Dentro de la conservación podemos distinguir entre un conjunto de trabajos «pasivos» (métodos que no modifican la estructura física del objeto), y los trabajos «activos» (las restauraciones) llevados a cabo para prolongar la vida del formato físico o del contenido. Entre los primeros tenemos lo que se conoce como conservación preventiva.
«La conservación preventiva es una estrategia de conservación del patrimonio cultural que propone un método de trabajo sistemático para identificar, evaluar, detectar y controlar los riesgos de deterioro de los objetos, colecciones y por extensión cualquier bien cultural, con el fin de eliminar o minimizar dichos riesgos, actuando sobre el origen del problema.»
Los métodos pasivos no son nuevos. En el mundo egipcio y clásico los papiros, para evitar su deterioro, se introducían en cilindros de marfil y madera. En China se utilizaba el extracto de semillas de alcornoque como repelente de insectos. Los libreros del siglo XVI conocían los peligros de la humedad y solían orear sus fondos.
Los principios fundamentales de la conservación preventiva son:
- Controlar los riesgos de deterioro actuando sobre los factores del medio y no sobre el efecto de los mismos en los propios bienes.
- Definir prioridades respecto a los recursos a emplear en medios y procedimientos para la conservación de bienes.
- Utilizar la planificación de la conservación preventiva en las instituciones como herramienta de esfuerzo sostenible y aplicable a conjuntos de bienes de forma prioritaria.
Los factores que afectan a la conservación documental son muy diversos, pero los podemos clasificar en dos grandes bloques: factores internos y externos. Hoy nos centraremos en los factores internos y en la siguiente entrada hablaremos de los factores externos.
Podemos diferenciar los factores internos a través del análisis de los materiales:
- El papel: en la fabricación de algunos papeles se emplea la madera, que tiene contenido de celulosa y presencia de lignina. El ácido que contiene la lignina deteriora mucho el papel. Esta se mide con un potenciómetro, en términos de pH, en una escala que va del 0 al 14, correspondiéndole a la primera cifra el máximo de acidez y a la segunda el punto más elevado de alcalinidad.
- La tinta: la tinta que se utiliza o se utilizaba, generalmente era de baja calidad, compuesta de aceites minerales, de resinas y hulla, además de secativos de rápido efecto, que provocaban un proceso de oxidación y corrosión del papel.
- Los adhesivos: los empleados en la encuadernación tradicional eran tanto colas animales como vegetales, ambas podían ser atacadas por microorganismos en ambientes extremos de humedad y temperatura. Además, las colas animales cristalizaban con el tiempo.
- La piel: es el material más común en encuadernación. Esta necesita un cierto grado de humedad interna. Por otro lado, puede sufrir una enfermedad llamada «úlcera roja», que se produce por el dióxido de azufre más la humedad originando ácido sulfúrico, que junto con el oxígenos, hace que la piel se convierta en polvo.
Podemos afirmar que la acidez es uno de los factores más destructivos, pudiéndola encontrar tanto en el papel, en las tintas o incluso en la misma encuadernación.
Fuentes:
http://ipce.mcu.es/conservacion/preventiva.html
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/tesis/human/Rojas_L_C/Cap3.htm